Superar la vergüenza y mejorar tu autoestima
La vergüenza es una emoción que todos experimentamos, aunque no siempre nos detenemos a comprenderla en su totalidad. Es una sensación incómoda que surge cuando nos sentimos expuestos, rechazados o cuando creemos que no hemos cumplido con las expectativas, ya sean propias o ajenas. Pero la vergüenza, aunque incómoda, puede ser mucho más que una simple emoción pasajera; es una poderosa herramienta de introspección y crecimiento personal, si aprendemos a gestionarla de forma saludable.
La vergüenza y sus muchas formas
El psicoterapeuta Joseph Burgo, en su obra Shame: Free Yourself, Find Joy and Build True Self Esteem, desglosa la vergüenza en cuatro tipos principales, cada uno con sus particularidades, pero con un hilo común: hacernos sentir que no estamos a la altura. Esta emoción puede presentarse de muchas formas, desde la timidez y la culpa hasta la humillación y el rechazo, y reconocerla es el primer paso para poder superarla.
El primer tipo de vergüenza que Burgo describe es el amor no correspondido. Todos hemos pasado por esa dolorosa experiencia de querer algo —ya sea una amistad, una relación amorosa o incluso una aceptación profesional— que no es correspondido de la manera en que esperamos. Este tipo de vergüenza puede hacer que cuestionemos nuestro valor y nos sintamos inadecuados, cuando en realidad, forma parte de la vida y del proceso de aprender a aceptar que no siempre podemos controlar cómo nos perciben los demás.
Otro tipo de vergüenza es la exclusión. Como seres sociales, necesitamos sentir que pertenecemos a un grupo, ya sea en el ámbito laboral, en nuestras relaciones personales o incluso en comunidades más amplias. Sentirnos excluidos o dejados de lado puede generar una gran angustia, que a menudo se manifiesta en la forma de vergüenza. Nos preguntamos qué hemos hecho mal, por qué no somos lo suficientemente buenos para ser incluidos, y este diálogo interno puede ser devastador para la autoestima si no lo gestionamos de manera adecuada.
¿Cómo lidiar con la vergüenza en situaciones cotidianas?
El tercer tipo, la exposición no deseada, es probablemente el más común cuando pensamos en vergüenza. Todos hemos vivido momentos embarazosos en público, como caernos en la calle o cometer un error en el trabajo, y la vergüenza se apodera de nosotros al instante. Este tipo de vergüenza está muy relacionado con la imagen pública y cómo creemos que los demás nos perciben en esos momentos de vulnerabilidad.
Por último, está la expectativa decepcionada. Este tipo de vergüenza aparece cuando no logramos cumplir nuestras propias expectativas o las expectativas que otros tienen de nosotros. Es el sentimiento de fracaso cuando no conseguimos un objetivo que nos habíamos propuesto, y es uno de los tipos de vergüenza que puede tener un impacto más profundo en nuestra autoestima, ya que sentimos que no somos capaces de lograr lo que nos proponemos.
La importancia de aceptar la vergüenza
Para lidiar con la vergüenza de manera saludable, es fundamental entender que es una emoción normal y que todos la experimentamos en algún momento. Intentar evitarla o reprimirla solo puede empeorar la situación. Como bien explica Burgo, aceptar la vergüenza y permitirnos sentirla es el primer paso para desactivar su poder sobre nosotros.
De hecho, el gran problema de la vergüenza no es tanto la emoción en sí, sino cómo la gestionamos. Muchas veces, intentamos evitar cualquier situación que pueda hacernos sentir avergonzados, lo que nos lleva a limitar nuestras acciones y vivir con miedo al juicio externo. En lugar de eso, Burgo propone que enfrentemos la vergüenza con apertura, reconociendo que es una parte inevitable de la vida y, más importante aún, que no define nuestro valor como personas.
Construyendo resiliencia emocional
A medida que aceptamos la vergüenza y aprendemos a vivir con ella, también desarrollamos lo que los psicólogos llaman resiliencia emocional. La resiliencia es la capacidad de recuperarnos de situaciones adversas y seguir adelante con nuestras vidas, y en el caso de la vergüenza, es esencial para evitar que esta emoción nos paralice.
Aceptar nuestras vulnerabilidades y entender que la vergüenza no es algo que debemos eliminar, sino una emoción que debemos aprender a gestionar, nos ayuda a ser más compasivos con nosotros mismos. Además, al compartir nuestras experiencias de vergüenza con los demás, creamos conexiones más profundas y auténticas, ya que todos hemos sentido alguna vez esa incomodidad.
En resumen, la vergüenza es una emoción universal que, lejos de ser evitada, debe ser reconocida y gestionada para fomentar un mayor bienestar emocional. Aprender a aceptar la vergüenza, en lugar de huir de ella, nos permite desarrollar una autoestima más fuerte y una mayor resiliencia ante las dificultades de la vida.