El placer (y la necesidad) de pasar el día en la cama
Vivimos en un mundo donde la productividad se ha convertido en una moneda de cambio. Entre agendas llenas y el imperativo de «aprovechar el tiempo», detenerse para no hacer nada parece un lujo prohibido. Sin embargo, cada vez más voces defienden que rendirse al placer de pasar el día en la cama —de forma consciente y ocasional— puede ser no solo reparador, sino también profundamente necesario.
Lejos de la culpa que muchas veces acompaña esta práctica, el llamado bed rotting —que literalmente significa “pudrirse en la cama”— está ganando adeptos, especialmente entre los más jóvenes. Este movimiento, que busca combatir el agotamiento y las presiones del día a día, invita a disfrutar de la cama como un refugio donde el descanso y la introspección toman protagonismo. Pero, ¿cómo podemos reconciliarnos con la idea de «no hacer nada» en una sociedad que valora tanto el hacer constante?
El arte de no hacer nada
Hablar de descansar sin culpa implica entender que la pausa también tiene un propósito. Como lo plantea Jenny Odell en su libro Cómo no hacer nada, detenerse es un acto de resistencia frente a un mundo que mide el valor personal por la productividad. En palabras de la autora, “no hacer nada es un dispositivo de desprogramación”, un espacio para recuperar la conexión con uno mismo y con el entorno, lejos del ruido constante de la vida moderna.
Aunque el bed rotting puede sonar radical, no es más que una forma de decir: “Me permito parar, aunque sea por un día”. No se trata de quedarse en la cama de forma crónica ni de desconectarse por completo, sino de abrazar momentos de calma y descanso intencional.
Más allá de la tendencia
Las redes sociales han popularizado esta práctica, mostrando desde edredones cuidadosamente desordenados hasta looks cómodos pensados para días enteros bajo las sábanas. Sin embargo, no debemos olvidar que el descanso no es solo una tendencia, sino una necesidad fisiológica y emocional.
Según Helene D’Jay, experta en salud mental, diferenciar entre un descanso saludable y la inactividad prolongada es crucial. Mientras que el descanso consciente nutre el cuerpo y la mente, una desconexión total puede ser señal de problemas subyacentes, como el burnout o la depresión. Por ello, es fundamental abordar el bed rotting como un respiro ocasional, un regalo para el cuerpo y el alma que nos ayuda a recargar energías y enfrentar el día a día con más claridad.
Un espacio para la creatividad
La cama, ese lugar sagrado al que llegamos después de largas jornadas, también puede ser un espacio para la imaginación y la creatividad. Escritores como Marcel Proust o Virginia Woolf encontraban en sus camas el rincón perfecto para crear. Incluso hoy, muchas personas utilizan este lugar para trabajar, soñar despiertas o reflexionar sobre proyectos personales.
Como lo plantea V.V. Ganeshananthan en un artículo reciente, la cama puede ser un refugio multifuncional. “Es el epicentro de mi creatividad. Mientras pueda trabajar desde aquí, siento que puedo enfrentar el mundo”, escribe, reivindicando la cama no solo como lugar de descanso, sino también como un espacio de posibilidades infinitas.
Disfrutar del descanso sin culpa
Aunque el descanso intencional tiene sus detractores —quienes lo ven como un símbolo de decadencia—, cada vez más personas abogan por reivindicarlo. Permitirnos un día de desconexión no significa renunciar a nuestras responsabilidades, sino priorizar nuestro bienestar.
En una época donde el autocuidado se ha convertido en una herramienta para enfrentar la presión diaria, disfrutar de un día bajo las sábanas, sin agenda ni objetivos, puede ser una forma de resetearnos y reconectar con nuestras necesidades. Porque, al final, no pasa nada si dejamos que el mundo siga girando mientras nos permitimos disfrutar del placer de simplemente estar.