
Navegar por redes sociales se ha convertido en una experiencia uniforme: los mismos colores, los mismos cortes, las mismas combinaciones. Lo que antes surgía en pasarelas, subculturas o en la espontaneidad de la calle, ahora nace en los feeds de TikTok e Instagram, donde los algoritmos deciden qué es tendencia y qué desaparece. Lo curioso es que, aunque la moda debería ser una forma de expresión individual, el sistema digital ha logrado que millones de personas lleven lo mismo sin cuestionarlo.
Las microtendencias aparecen y desaparecen con una velocidad que desafía cualquier lógica. Lo que hoy es imprescindible, mañana es anticuado, y quienes no logran adaptarse a ese ritmo frenético parecen quedar fuera del juego. Pero, en este proceso, la moda pierde su esencia: la autenticidad. ¿Quién tiene realmente el control, el usuario o el algoritmo?
Cuando lo viral borra la identidad
Las redes sociales han permitido que cualquiera pueda convertirse en referente de estilo sin necesidad de pasarelas ni editoriales de moda. Sin embargo, esta democratización ha venido con una trampa: la viralidad impone un molde al que todas las tendencias deben ajustarse. Cada usuario recibe un contenido filtrado según sus preferencias, creando burbujas estéticas donde la diversidad se diluye.
El fenómeno del «TikTok core» es un ejemplo de esto. Desde el «clean girl aesthetic» hasta el «coquette core», cada estética se consume en masa y, poco después, se desecha por la siguiente moda exprés. Lo que antes era un proceso de exploración personal, ahora es una serie de reglas dictadas por el engagement. La moda deja de ser una declaración individual para convertirse en un uniforme digital.
La rebelión contra el algoritmo
A pesar de este panorama, hay quienes se resisten a la homogeneización impuesta por los feeds. Diseñadores emergentes, creadores de contenido independientes y comunidades de nicho buscan recuperar la autenticidad en la moda, apostando por la experimentación y el redescubrimiento del estilo personal. En plataformas como Depop y Vinted, la moda de segunda mano y vintage gana terreno, impulsando una alternativa más sostenible y auténtica frente a la cultura del «usar y desechar».
La clave está en cuestionar el papel de los algoritmos y recuperar la capacidad de elegir más allá de lo que aparece en pantalla. La moda es un lenguaje y, como tal, debería ser un reflejo de la identidad individual, no solo un eco de lo que se repite en cada scroll. Mientras el algoritmo siga dictando tendencias, el reto será encontrar maneras de vestirnos sin perder lo que nos hace únicos.