
La moda es un juego de contrastes, y el sexto día de la Semana de la Moda de París lo dejó claro en cada desfile. Desde la irreverencia sin filtros de Vivienne Westwood, pasando por la elegancia sin artificios de Hermès, hasta la teatralidad de Alexander McQueen y la opulencia inconfundible de Elie Saab, la jornada del 8 de marzo demostró que hay muchas maneras de contar historias sobre la pasarela.
Vivienne Westwood el punk no se domestica
En un mundo donde la moda muchas veces sigue tendencias efímeras, la esencia de Vivienne Westwood sigue intacta: insumisa, irreverente y con un discurso tan potente como sus diseños. La colección presentada en París fue un manifiesto de rebeldía, una mezcla entre tradición y caos donde el corsé sigue siendo el estandarte de la marca, pero reinterpretado con un espíritu contemporáneo.
La pasarela se llenó de estampados tartán, chaquetas oversized y estructuras que parecían desafiadas por el viento. No faltaron los mensajes bordados, los cortes asimétricos y los drapeados inesperados que se convierten en parte del discurso político de la firma. Porque en Westwood, la moda nunca ha sido solo moda: es protesta, es desafío, es historia en construcción.
Hermès el lujo que no necesita gritar
Si hay una firma que entiende el arte de la discreción, es Hermès. Su desfile fue un susurro elegante en una semana donde muchos buscan impactar con lo grandilocuente. Nadège Vanhee-Cybulski presentó una colección donde la sastrería estructurada y el dominio del cuero fueron los protagonistas absolutos.
Los abrigos de corte perfecto, las capas que caen como si estuvieran esculpidas sobre el cuerpo y los guantes de piel que evocan la herencia ecuestre de la casa francesa fueron los detalles que definieron la propuesta. La gama cromática osciló entre marrones terrosos, beige cálido y negros profundos, reafirmando que el minimalismo también puede ser opulento cuando se hace bien. Hermès no sigue tendencias, las ignora y las trasciende.
Elie Saab la magia del lujo sin complejos
En un universo donde algunos diseñadores buscan la modernidad en la sobriedad, Elie Saab sigue apostando por la grandeza de lo etéreo. La pasarela se convirtió en un escenario de ensueño, donde los vestidos flotaban más que caminaban, cubiertos de pedrería, encajes y bordados de ensueño.
Los colores joya dominaron la colección: verdes esmeralda, dorados que parecían capturar la luz y azules profundos que recordaban cielos estrellados. Saab no diseña moda, crea fantasías palpables. La mujer de su imaginario es sofisticada, imponente y nunca se disculpa por brillar. En tiempos donde la sobriedad parece ser la norma, Saab sigue apostando por el esplendor sin miedo al exceso.
Alexander McQueen dramatismo y precisión en su máxima expresión
Si hay una firma que sabe equilibrar la oscuridad con la artesanía impecable, es Alexander McQueen. La colección presentada en París jugó con la dualidad entre lo etéreo y lo estructurado, combinando siluetas afiladas con volúmenes dramáticos.
Los vestidos de terciopelo con detalles de encaje, las faldas con capas superpuestas y los abrigos de hombros marcados fueron los protagonistas. La sastrería sigue siendo la base del ADN de la firma, pero con un aire más teatral que nunca. La propuesta demostró que la feminidad no tiene una única interpretación: puede ser frágil, pero también feroz. En McQueen, la moda siempre tiene algo de poesía oscura.
La pasarela como reflejo de la moda sin etiquetas
El sexto día de la Semana de la Moda de París fue una celebración de estilos opuestos pero complementarios. Vivienne Westwood trajo el desorden estructurado, Hermès recordó que el lujo no necesita estridencias, Elie Saab elevó la feminidad a su máxima expresión y Alexander McQueen dio lecciones de dramatismo sartorial. Cada desfile fue un recordatorio de que la moda es un lenguaje, y cada diseñador lo habla en su propio dialecto.
París sigue siendo el epicentro de ese diálogo, donde cada costura, cada tela y cada silueta cuentan una historia sin necesidad de palabras.