Museo Longines hasta el 20 de septiembre en Joyerías Glauser
La historia de la marca Longines comenzó en 1832 en Saint-Imier, con la creación por Auguste Agassiz de un taller, un «comptoir d’établissage» según el término suizo, cuya producción se basaba en el montaje. En este tipo de establecimiento, los relojes los producían los campesinos en sus casas. Agassiz terminaba de montarlos y los comercializaba. Pero ya en esta época la empresa tenía una envergadura internacional, puesto que sus relojes se vendían sobre todo en los Estados Unidos.
Ernest Francillon, sobrino de Auguste Agassiz se estableció en Saint-Imier en 1854. Pronto tomó las riendas de la empresa familiar, sacó provecho de su alma de visionario y logró que su casa, que ya contaba con numerosos éxitos comerciales, ocupara un lugar de pionero en el seno de la rama relojera. De hecho fue él quien inauguró en 1867 la primera fábrica que reunía el conjunto de los procedimientos necesarios para la fabricación de los «guardatiempos». También fue él quien eligió el logotipo del reloj de arena alado para grabarlo en todos los productos de la manufactura. Por último, fue también él quien dio a los relojes fabricados el nombre del lugar en el que estaba situado el establecimiento. Había nacido la marca Longines, nombre que en el dialecto local significa «prados alargados».
Los edificios de Longines, a la salida del centro de la propia ciudad de Saint-Imier, han ido creciendo al compás del desarrollo de la empresa. Albergan la sede de la Compagnie des Montres Longines Francillon S.A., sus talleres, así como un museo que recoge la rica historia de la empresa.
El museo, renovado y dotado de una nueva presentación en 2012, contiene colecciones que abarcan todas las facetas del pasado de la marca. Así, el visitante descubrirá allí los principales modelos de relojes, instrumentos de navegación, aparatos de cronometraje, además de documentos únicos como fotografías, carteles, varias películas, medallas y registros de archivos.
Tradición relojera, innovación, aventura, deporte y elegancia. Estos siempre han sido los valores de la marca. La estructura del museo adopta precisamente esta articulación.
La tradición y la pericia relojera ocupan un lugar destacado en el espacio de recepción de los visitantes. En efecto, los avances tecnológicos y la estrategia de empresa de la casa han marcado la historia de la relojería. A través de relojes emblemáticos y archivos, se evocan los principales hitos de la marca dentro de una presentación capaz de abarcar el conjunto de actividades pasadas y presentes de Longines.
Gracias a su fiabilidad, su precisión, su solidez y el uso de tecnologías innovadoras, los «guardatiempos» con el reloj de arena alado han contribuido también al éxito de numerosas hazañas. Han acompañado a misiones de exploración hasta los confines más desconocidos del planeta, han afrontado condiciones meteorológicas extremas, han participado en la apertura de vías aéreas o en el establecimiento de récords de aviación y navegado por mares embravecidos. Por tanto, hay una sala dedicada a la aventura.
Longines es también inseparable del mundo del deporte, para el cual ha desarrollado a partir de 1878, tecnologías capaces de medir el tiempo con una precisión cada vez más exacta. Ya en el último cuarto del siglo XIX produjo sus primeros cronógrafos y cronometró las prestaciones de deportistas durante diferentes competiciones. A estos seguirán muchos modelos destinados a los particulares o a los cronometradores profesionales, que acompañarán a todo lo largo y ancho del planeta a casi todos los tipos de deporte, que se presentan en un espacio reservado.
«Elegance is an attitude»: El eslogan que acompaña a Longines desde 1999, expresa fielmente la filosofía de la marca. La elegancia, lejos de no ser más que una apariencia, debe hallarse en todos los aspectos de un acto o de una personalidad. Así, hay una sala que presenta la puesta en práctica del mensaje de Longines a través de anuncios publicitarios de todas las épocas, y también modelos cuyo diseño ha sido objeto de un cuidado especial. Algunos de ellos ganaron premios que han recompensado su estilo o integran materiales nobles.
Estas historias, y otras muchas, se las contarán en este museo que es testigo de una de las más bellas tradiciones de la relojería suiza, así como de un patrimonio industrial y regional tan rico como apasionante.